Estaba viendo una de mis clases de John Maxwell cuando apareció una pregunta que me detuvo el alma:
¿Qué dirán de ti cuando ya no estés?

Muchas cosas vinieron a mi mente. No sé por qué, pero mi primer pensamiento fue hacia aquellas personas que no me tienen en alta estima. Me pregunté:
¿Bailarán sobre mi tumba? ¿Harán una fiesta? ¿Asistirán a mi funeral?
Pensamientos caóticos y burlistas que, aunque fugaces, abrieron paso a algo mucho más profundo:

¿Qué regalo le estoy dando al mundo ahora mismo? ¿Cuál es mi legado?

En ese instante, el tiempo pareció detenerse. Un silencio ceremonial me envolvió y fue como si comenzara a ver una película entera de mi vida. Y allí encontré la respuesta: nací para servir a otros.

Lo supe desde muy joven. A los 13 años, en la pequeña capilla de mi colegio de monjas, descubrí mi vocación de servicio.
Lo recuerdo con claridad: era una tarde de mayo, eran las 3 en punto, el sagrario estaba encendido y, de pronto, rompí a llorar al sentir una fuerza poderosa que me colmaba y me envolvía, Era amor puro.


Un amor que brotaba de todos lados y se expandía hacia todas partes.
Desde entonces me convertí en misionera, y he abrazado esa misión toda mi vida desde distintos escenarios, caminos y senderos.

Hoy, esa pregunta profundiza aún más el sentido de mi propósito.
Y ahora que lo veo con otros ojos, solo puedo elegir con mayor intención dejar huellas duraderas en las personas que se cruzan en mi camino.
En aquellas con quienes coincido en el alma, en la búsqueda, en el dolor… y en los sueños.

Siempre he procurado ser buena persona. A veces lo he logrado, y otras —sin darme cuenta— terminé siendo la villana de alguna historia.
¿Cómo evitarlo si todos vemos desde nuestras heridas y nuestras propias perspectivas?

Aun así, deseo responder esa pregunta desde el alma:

¿Qué estoy haciendo hoy por ti?

Por ti, que eres emprendedor o soñador.
Por ti, madre soltera, mujer divorciada, mujer cansada de trabajar para otros.
Por el “esclavo moderno”. Por la señora que ama cocinar.
Por la abuela que cría nietos.
Por ti, que buscas una vida diferente.
Por quienes están cansados de sufrir.
Y por quienes buscan el amor como quien busca una aguja en el desierto.

¿Qué estoy haciendo por mis lectores, por mis seguidores?

Desde lo más profundo de mi ser, surge la respuesta como un manantial de agua fresca:

✨ Estoy ofreciendo palabras que despiertan.
✨ Estoy usando mi voz para inspirar, sanar y guiar.
✨ Estoy creando espacios donde puedas encontrar calma.
✨ Estoy construyendo procesos que transforman desde la raíz, porque así fue como me reconstruí.
✨ Estoy gritando silencios que abrazan más que mil discursos, porque fueron creados para tu alma, no para tus oídos.
✨ Estoy sembrando semillas de liderazgo en corazones rotos, mostrándoles una nueva visión.

Lo he hecho en ti, que eres tierra fértil.
Tú, cuyo fruto es bendecido porque has transitado el camino de la evolución, del crecimiento, de la conquista personal.

Te he acompañado a levantarte cuando ya no creías en ti.
Pero no ha sido por mis estudios, ni mis títulos, ni mis logros.

Ha sido porque trabajé en mi interior con valentía, para no herir desde mis heridas.
Porque me vacié, me reconstruí, me limpié… y desde ese lugar te entrego la certeza de que también puedes lograrlo.

Porque al igual que yo, has decidido crecer, aprender, enseñar y servir, incluso con miedo.


Ese es mi legado

Un legado que no comenzará cuando yo muera.
Comenzó el día en que elegí vivir con conciencia de impacto positivo.

Cuando me vaya, no quiero que me recuerden por mis logros materiales.
Quiero ser recordada por las almas que aprendieron a amarse a sí mismas
y a ver lo mejor de ellas después de haber coincidido conmigo.



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